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La lactancia es uno de los temas más espinosos y complicados sobre los que hablar. Cada una tiene una opinión y unas costumbres, al igual que otras tienen ya una idea en base a experiencias anteriores o cercanas. Con Olivia se quedaron muchos temas pendientes en el tintero, así que con la llegada de Bruno, tenía claro que los quería sacar a la luz y este es sin duda por el que más me habéis preguntado junto con el tema sueño. No sé muy bien por dónde empezar porque siento que hay mucho que decir y que contar. Al ser un tema tan complicado al tiempo que personal, no quiero que nadie se sienta ofendida y ni mucho menos juzgada. Cada una lo hace lo mejor posible y no hay que olvidar que cada familia tiene unas necesidades distintas; no es lo mismo un bebé, que tener dos al mismo tiempo o más. Obviamente, nadie tiene la fórmula mágica ni tampoco la panacea; hay cosas que a unas nos funcionan de maravilla y a otras que nada en absoluto. Del mismo modo, hay toda clase de bebés con diferentes necesidades o preferencias, así que lo que te sirvió con uno puede ser que no sirva con el otro, ni que mi experiencia sea extrapolable a la de las demás. En cualquier caso, he aprendido muchas cosas sobre todo de la etapa con Olivia y os voy a contar qué cosas siento que hice mal con Olivia y que he cambiado con respecto a Bruno y ha sido todo para mejor.
Antes de seguir, es MUY IMPORTANTE dejar claro que la leche materna es el mejor alimento que podemos darle a nuestro bebé, porque está hecha a su medida y pensada para que cubra todas sus necesidades, tanto las generales como las puntuales. Dicho ésto, repito: la leche materna es el mejor alimento para nuestros hijos pero no es lo único bueno que podemos hacer por ellos.
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OLIVIA
A Olivia le di lactancia materna exclusiva (LME) hasta los 6 meses, que fue cuando introducimos los sólidos progresivamente y decidí cambiar la toma de la “cena” por un biberón. Mantuve la lactancia mixta hasta los 8 meses y ahí corté –en seco para ser más exactas.
A menudo leo muchísimos comentarios en foros, páginas, blogs e Instagrams de madres que dicen que disfrutan de la lactancia, que es su momento favorito del día. Yo no lo odio pero tampoco me encanta. Y dado que Bruno es más tranquilo, “disfruto” un poco las tomas que podemos hacer con calma que, con una niña de dos años, mas bien son pocas. Con Olivia disfruté algo las dos primeras semanas y a partir de ahí empezó lo que recuerdo como una “tortura”. No había más niños correteando de un lado para el otro, pero eran tan largas y tan seguidas las tomas, tanto de día como de noche que se me hacía muy pesado y cuesta arriba. Leí que conforme crecían mamaban más rápido, pero la cosa nunca -NUNCA- cambió hasta los 8 meses que le di el pecho. Me frustraba no poder hacer nada, no dormir ni de día ni de noche. Cada vez que hacíamos por salir, tocaba darle otra vez el pecho lo que suponía retrasar todo al menos una hora más… Mi vida giraba en torno a sus tomas y darle el pecho, empecé a anularme y a aislarme de todo y todos, incluso de Salva, porque sentía que nadie me entendía y no imaginaban por lo que estaba pasando. Poco a poco, fui perdiendo las ganas y la ilusión por las cosas, hasta el punto que hubo días que me levantaba y sólo pensaba “ahora me levanto, desayuno y me vuelvo a meter en la cama”. Nunca me apetecía salir a comer o cenar a la calle, no quería que viniesen a casa a verme… Nunca en mi vida me he sentido menos yo que en esa época. Nunca fui al psicólogo y tardé en darme cuenta pero estoy segura que pasé una (pequeña) depresión. Sé que lo que me empujó a esa depresión fue el afán de querer hacerlo todo perfecto, ser la madre perfecta y la que estuviese ahí cada noche, en cada llanto y en que cada momento. Hasta que a los 6 meses introducimos el biberón, me desperté todas las noches desde que nació, bastantes veces y la mayoría de ellas durante varias horas. Nadie sabe lo que es no dormir por costumbre hasta que lo padece, porque una mala noche la sobrevive cualquiera… Salva se ofreció cada día a hacerse cargo de ella, a darle un biberón o simplemente quedarse un rato con ella. Lo que fuese con tal de que yo pudiese dormir una noche bien, descansar y desconectar. La verdad es que lo necesitaba y aun así, no quise ceder. No me lo permití mejor dicho. Había leído tantas y tantas veces que si le daba el biberón rechazaría el pecho y disminuiría la producción que ni siquiera quise probarlo, así que no me concedí un solo descanso.
No aceptar ayuda, querer estar presente en cada momento y pretender ser la madre perfecta todo el día es lo que te puede llevar a tal nivel de frustración que termines deprimiéndote. Y no lo digo por decir. Dar este paso al frente me ha costado mucho trabajo y tiempo. Nunca antes me he abierto tanto con vosotras como en este post que hoy publico pero que llevo semanas escribiendo… Primero fue el hecho de reconocerme a mi misma –con los conocimientos que tengo- que estaba deprimida. Eso fue lo peor de todo. Un palo muy grande y algo por lo que nunca imaginé que podía pasar. Y es especialmente complicado porque piensas que eso no te puede estar sucediendo, niegas lo evidente o que no lo es tanto. Cada día me levantaba pensado que la semana siguiente la afrontaría de otra forma, con otro ánimo y más ganas, pero las semanas se empezaron a suceder y nada cambiaba. Lo segundo, ser valiente y abrirme a contarlo, aunque sólo se lo dije a Salva. Con el tiempo, se lo fui contando a mi madre y a algunas amigas, pero el primer año de Olivia lo pasé muy mal. No era yo, me perdí en el camino y no sabéis el miedo que es tener la duda de si algún día volverás a ser tú, volverás a sentirte feliz y llena, si vivirás algún día sin sentirte agotada aún no habiendo hecho nada… Es como si alguien urgase dentro de ti y se llevara una parte, quizás la mejor de todas. Quizás os choque que os cuente esto y quizás os resulte difícil de creer, pero si pensáis que una persona que está en depresión se queda encerrada en su casa, metida en la cama sin salir y llorando, estáis completamente equivocadas. Por supuesto hubo momento en ese año que fui feliz, pero una cosa no cambia la otra: nunca fui yo, o al menos así lo sentía. Describir cómo te sientes en una situación así es complicado…
Es verdad eso que dicen de que la depresión post-parto es un tabú y nadie la comenta. Por eso sé que como yo habrá muchas madres ahí fuera que se sienten en una espiral de la que no pueden salir o no saben. Si me estáis leyendo, no dudéis en pedir ayuda. Salir de algo así por uno mismo es MUY complicado y en mi caso creo que ha sido porque precisamente soy psicóloga y sé cómo es todo. Y también sé que muchas de esas madres que se encuentran dentro de la espiral es porque se sienten cansadas, hartas de no dormir o no poder salir a respirar el aire fresco. Muchas de estas madres hace tiempo que dejaron de disfrutar la lactancia y aún así, no saben cómo hacerlo o qué otras alternativas hay. Dar el pecho a demanda y en exclusiva puede llegar a agobiar mucho si no cuentas con el apoyo adecuado y ni que decir tiene si no estás con el ánimo. Es más que compresible y aceptable que no todas disfrutemos de la lactancia hasta ese nivel de dedicación y satisfacción absoluta, y aún así lo hagamos porque sabemos que es el mejor alimento para ellos. Al final, eso es lo que nos mueve a todas a hacerlo, continuarlo en el tiempo y superar cada bache en el camino. Pero no es excluyente e igual de importante es que la madre, que nosotras, nos sintamos bien. Si me apuráis, es casi más importante lo segundo que lo primero. Hay que estar bien para poder ocuparnos de nuestros hijos bien, que el tiempo que pasemos sea de calidad, que podamos ofrecerles estímulos y experiencias, que seamos y nos sintamos ante todo nosotras mismas. ¿Cómo vas a cuidar de otra persona si no puedes cuidar de ti misma?
Ya sólo cuando introducimos el biberón de la noche a los 6 meses para mi supuso un respiro! Tenía ese rato para mi, para darme una ducha tranquila, descansar o cocinar un rato para distraerme, aprovechaba para adelantar trabajo y relajarme. Nunca había pensado en una fecha en la que dejar el pecho y aunque la idea me producía mucho alivio, también mucha pena. Pensé que lo mejor era no pensarlo, que sucediese de manera natural cuando fuese. Sin embargo, hoy agradezco que la señal surgiese sola, porque quizás de otro modo no hubiese sabido cómo dejarlo y esa depresión se habría dilatado en el tiempo. Cuando dejé por completo la lactancia materna y Olivia ya no sólo dependía de mi, sentí que me quitaba un gran peso de encima que me estaba ahogando. Por supuesto, no en todos los casos la depresión se debe a las mismas circunstancias o factores, pero sé que en mi caso fue la lactancia y en cómo de exigente me obligué a vivirla.
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BRUNO
Antes de la llegada de Bruno, hablamos mucho sobre el tema e incluso me planteé darle biberón y leche de fórmula a Bruno desde el primer día. Tenía miedo de volver a caer en una depresión, de volver a verme encerrada en casa día y noche, cansada y sin poder dormir, angustiada si no estaba a menos de 10cm de mi bebe… Para que os hagáis una idea de cómo fui la primera vez que me estrené como madre, un día llegué a pasar 18h seguidas con Olivia en brazos… ¡¡18 horas!! No la solté ni para cenar, ir al baño y durmió en mis brazos toda la noche. Así que imaginad cómo me cambiaba el chip cuando mencionaba el tema de darle pecho a Bruno… ¡Casi no lo podía ni escuchar!
Creí que lo tenía claro, pero al mismo tiempo sentía que si no se lo daba el pecho entonces no le estaba ofreciendo las mismas oportunidades que a Olivia y eso me hacía sentirme mala madre y egoísta. Conforme se aproximaba la fecha en la que salía de cuentas, tomamos una primera decisión: probábamos a dar el pecho la primera semana a ver qué tal funcionaba todo y cómo me sentía, y en función de eso tomaríamos otra decisión. Porque claro, esta vez no sólo tenía ese miedo inicial sino que se sumaba el pavor que me daba pensar en que no iba a poder atender a Olivia bien y no iba a poder pasar tiempo con ella. La segunda decisión fue que si todo iba bien, intentábamos mantener el pecho durante toda la cuarentena, y a esto añadimos el anexo de hasta que le pusieran las primeras vacunas. En medio de todo esto, he pasado dos mastitis que me han fortalecido pero que también me han dado ganas de tirar la toalla… Y a día de hoy, casi 3 meses después, concretamente 85 días, sigo con lactancia materna pero con algunas diferencias que han marcado un antes y un después en todo.
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QUÉ APRENDÍ
La gran enseñanza que saco del primer año de vida de #missOlivia es que hay que tomarlo todo con calma y alcanzar un equilibrio. Ni todo es blanco, ni todo es negro. No hay que seguir a rajatabla ninguna recomendación y hay que hacer mucho caso al instinto de cada una. Hay que escucharse y conocer nuestros límites, aunque luego nos queramos obligar a superarlos, pero saber hasta donde somos capaces de llegar en buenas condiciones. En la distancia, he visto que con Olivia me forcé en exceso con el pecho. Creo que si me hubiese dado un respiro y no hubiese sido tan exigente conmigo misma, lo habría vivido todo mejor, con más calma y quizás no habría caído en esa depresión.
Es por eso que esta vez estoy haciendo todo el esfuerzo necesario para mantener la lactancia materna y doy gracias de que Bruno es un niño muy tranquilo y muy dormilón. No le he puesto horarios pero de día suele aguantar unas 3-4 horas entre toma y toma (también hay excepciones!) y de noche duerme del tirón 6-7 horas, hace una toma y sigue durmiendo unas cuantas horas más. Pero no sólo ha ayudado que sea un bebé mas tranquilo, sino cómo mentalmente he afrontado yo esta vez la situación. Tenía claro que no iba a esperar 6 semanas para ofrecerle el chupete, como hice con Olivia. (A la semana de nacer Bruno, sentí que estaba teniendo la confusión chupete-pezón así que lo retiré durante 4-5 días y cuando todo volvió a la normalidad, volví a introducir el chupete y sin problemas). Tampoco iba a demorar la introducción del biberón porque en función de eso, Bruno iba a depender más o menos de mi. Del mismo modo, tenía claro que también quería que se acostumbrase en cierta manera a la leche de fórmula por si las moscas. Es decir. Con Olivia, siempre tuvimos un entorno muy cuidado, cada cosa que no estaba pensada, creíamos que nos iba a alterar todo. Vivíamos a merced del caótico horario instaurado por Olivia, porque con ella cada día era completamente diferente. Nunca tuvo un patrón de comportamiento hasta que cumplió un año. Con Bruno, queríamos cometer los mismos errores así que nuestra intención era y es que fuese un bebé todoterreno, adaptable a cualquier situación y a cualquier imprevisto que pudiese surgir. Así que para mi era fundamental esas tres cosas: chupete, biberón y leche de fórmula.
El biberón puede ser una herramienta muy útil para nosotras, que nos puede facilitar mucho la vida y hacer que la experiencia de ser mamá sea aún más agradable. Creo que se ha estigmatizado en exceso al biberón, como si fuese el diablo en la Tierra, y no hay que olvidar que podemos alimentar al bebé con nuestra propia leche pero en biberón. Creo que es una herramienta concebida para la vida actual. No es la manera natural, de eso no hay duda, pero las circunstancias actuales no son las de hace años y creo que avanzar para luego dar 3 pasos atrás, no tiene sentido… Una matrona me dijo hace poco que si quería mantener durante tiempo la lactancia materna sin que eso influyese demasiado en mi vida, en la atención que le dedicaba a Olivia y em dejase trabajar, tenía que hacer un uso activo del sacaleches.
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CÓMO LO ESTOY HACIENDO
Esta vez sí que le estoy dando uso al sacaleches que con Olivia, como podréis imaginar, a penas usé. Por las condiciones de nuestro trabajo, sabíamos que íbamos a tener que separarnos aunque fuese un rato de Bruno desde bien pequeño, así que desde antes de que cumpliese el primer mes, ya empecé con mi pequeño banco de leche en el en casa. Ahora cuando salimos a hacer fotos un momento o una noche que se quedaron mis padres con Bruno, no hay problema porque tengo leche suficiente en el congelador. Así cuando vamos con prisa y sé que darle el pecho me va a retrasar mucho, Salva le da el biberón mientras yo me visto. O si sé que tenemos algún plan de calle y no me apetece tener que estar pendiente de darle pecho, el biberón vuelve a ser mi solución. Porque aunque dar el pecho es lo más natural del mundo, no hay que olvidar que a muchas mujeres le puede dar vergüenza y es más que comprensible. ¿Y sabéis que es lo mejor? Saber que cuento con esa herramienta me ha liberado mentalmente, no me siento presionada porque sé que si un día estoy demasiado agotada, tengo un plan B listo. No estoy recurriendo a él tanto como pensé en su día precisamente porque sé que lo tengo, y eso ha hecho que todo me lo tome con mucha más calma y esté menos estresada.
Y si alguna os preguntáis que por qué quiero que también se acostumbre a la leche de fórmula si le doy el pecho y además hago uso de biberones con mi leche, os diré que pueden surgir muchas complicaciones con las que no contamos. Por ejemplo, caer enferma. Quizás te pueda pillar con poca leche en el congelador porque la hayas tenido que usar y ¿entonces qué? Yo he estado con mastitis, haciendo el esfuerzo de darle el pecho como podía con 39,5 de fiebre y Bruno rechazarlo porque no aguantaba el calor que yo desprendía. Además, hay ciertos medicamentos (como algunos antibióticos) que pueden alterar ligeramente el sabor de la leche, lo suficiente como para que algunos bebés la rechacen. Luego pensé que también tenía a Olivia, y que podían surgir imprevistos con ella y quería estar tranquila sabiendo que me podía ocupar de ella también. No quería sentirme atada al pecho, y si en algún momento sentía que algo no iba como quería, poder hacer una transición de pecho a biberón de leche de fórmula muy natural, porque Bruno ya estaría acostumbrado. Lo de la leche de fórmula lo digo como consejo porque lo veo práctico, pero obviamente si pensáis que en ningún caso vais a veros en la necesidad, pues no lo hagáis. Pero sí que pienso que es importante (y un salvavidas!) que el bebé acepte el biberón. Además, ya sabéis que la leche materna hay que «cuidarla» como oro en paño y mucho menos desperdiciarla. Si en algún momento quiero tener leche para Bruno preparada pero no estoy segura que se la va a tomar (por ejemplo, cuando vamos de viaje), le preparo un biberón de leche de fórmula en vez de mi leche. Así, si no se lo toma todo o finalmente no lo quiere, lo que desperdicio no es mi leche materna…
En resumen, el biberón ha hecho que esta vez la experiencia sea totalmente distinta, que esté más relajada y sobre todo hace posible funcionar a nivel familia. Porque con un solo bebé, siempre tienes la opción de adaptarte a él, de seguir su ritmo. Pero cuando ya hay niños (y trabajo!), hay que hacer porque el bebé se adapte lo máximo posible a la rutina familiar. En numerosas ocasiones he leído que un mal consejo puede estropear una exitosa lactancia y será verdad. Pero como me dijo esa misma matrona, hay muchas lactancias que se han echado a perder precisamente por el agotamiento y no querer recurrir al uso de biberón. Creo firmemente que un biberón puede salvar más lactancias maternas que las que puede echar por tierra. Y no, no porque una toma la cambies por biberón te va a bajar la producción de leche automáticamente. Y si crees que va a pasar demasiado tiempo hasta la siguiente toma, te puedes extraer la leche de esa toma que te estás saltando.
En definitiva, quiero que sepáis que hay opciones y que hay que hacer uso de todas las herramientas que nos pueden ayudar en esta etapa tan bonita como estresante y agotadora. Que no eres una mala madre por desear tener un tiempo para ti y querer descansar un ratito, por un día no tener paciencia o por no tener ganas de jugar. Que somos madres, pero antes de eso también éramos personas y es una obligación con nosotras el mantenernos bien. Desde el minuto en que te conviertes en madre, sabes que te queda por delante un largo camino lleno de sustos y sufrimiento, un mar de dudas que seguramente nunca se llegarán a disipar y aunque pasen los años, nunca dejarán de agobiarte. Así que no vamos a cargarnos más de lo necesario, que para eso esta la vida y sus lecciones.
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Espero que este post os haya servido de ayuda o aunque sea de alivio al saber que muchas otras están como estás tú, y que os anime saber que al final todo pasa… Sé que a veces cuesta oírlo -o leerlo- pero nada es eterno ni para siempre. Este post lo he escrito desde el cariño y con el deseo de compartir lo que he aprendido, tal y como se lo diría a cualquiera de mis amigas, pero sobre todo, que sepáis que está escrito desde el respeto y que todas las opciones son BUENAS OPCIONES, y que todas somos las mejores madres que nuestros hijos podrían tener.