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Aprender a ser mujer.
Ayer me emocioné al ver la televisión y los periódicos y darme cuenta de que todas estábamos siendo testigos de algo insólito, de un momento que muy probablemente marque un antes y un después en nuestras vidas, en el mundo. Supongo que no le había dado mucha importancia porque he nacido y crecido siendo quién he querido y haciendo lo que me ha dado la gana. Nunca he sentido que había algo que, como mujer, no pudiese hacer, un sueño que no pudiese cumplir, una meta que no pudiese alcanzar. Nunca he sentido la necesidad de tener que pisotear a las demás, ni tampoco de poner en tela de juicio las decisiones de otras. Supongo que he tenido la gran suerte de nacer en un ambiente sin nada establecido, sin estereotipos y sin prejuicios. No he tenido fronteras, límites o barreras. No fue hasta que me hice más adulta que descubrí el mundo tan desigual en el que vivimos. No ha sido hasta ahora que me he convertido en madre, que me tomo en serio este mundo y me pregunto qué les vamos a dejar en herencia, qué cultura o qué valores. Es ahora cuando me preocupa esta desigualdad a la que tanto nos han tenido acostumbradas, y me emociona saber que el cambio ya ha empezado. Me alegra saber que por fin algo va a cambiar, empezando por nosotras, por nuestra mentalidad. Tenemos que aprender a querernos más, a nosotras mismas y a las demás. Tenemos que aprender a creer en nosotras, a repetirnos hasta la saciedad que nosotras también podemos y somos capaces. Tenemos el compromiso con nosotras mismas de construir una sociedad mejor, que nuestras hijas no vivan lo que nosotras, nuestras madres, abuelas y antepasados han vivido. Que nuestro hijos no contribuyan a la herencia del machismo, que tomen a las mujeres por iguales, ni más ni menos. Tenemos que aprender y recordarnos a diario que somos reinas, dueñas y señoras de nuestras vidas. A dejar siempre muy claro y en cualquier circunstancia que nunca somos menos, que sin nosotras, el mundo se para. A tendernos las manos las unas a la otras y no entorpecer nuestros caminos. A apoyarnos hasta la saciedad o hasta el fin del mundo. Que no necesitamos la aprobación de nadie para nada. Sé que esto no va a quedar en solo una fecha que marcaremos con rotulador morado en el calendario, porque hemos dicho «hasta aquí, ¡basta!». Por primera vez siento que dejaré a mis hijos algo mejor que lo nosotras hemos vivido y es que sé que esta lucha no ha hecho más que comenzar ;)
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